Todo
son problemas, pienso, mientras busco la ropa desperdigada por el suelo del
cuarto desordenado en que hemos dormido. Ella también busca la suya. Por fin doy
con los calcetines, me los voy poniendo y la miro de reojo, está triste,
preocupada. Todo son problemas. Despertamos con una llamada de su chico. Le
preguntó si estaba acompañada. Ella no mintió. No sé por qué hacemos preguntas
cuando no queremos saber la respuesta. Había sido todo genial. Nos encontramos
justo al final de la noche, al parecer nos buscábamos los dos. Me alivió saber
que no era el único. Luego seguimos bebiendo, charlando, y luego...
Había
sido todo genial. La verdad es que me está empezando a gustar un poco. Y ella
estaba contenta hasta que su chico la llamó. Normal. Vaya lío. Acaba de
terminar de vestirse. Yo llevo un rato ya vestido, mirándola. Se vuelve hacia
mí. Ya no me mira como antes. La abrazo, la siento fría y distante. La acompaño
hasta la puerta y nos despedimos con un beso seco. Suerte, digo. Su mirada
apenas se caldea un ápice antes de darme la espalda y seguir su camino. Me
quedo viéndola irse, triste. No puedo hacer nada. Entonces pienso en mi chica,
bueno, pienso en la que era mi chica y pienso en qué coño estará haciendo, con
quién se estará acostando. Mierda. Todo son problemas.
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